Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100135
Legislatura: 1887
Sesión: 2 de julio de 1887
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Marqués de Estella.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 130, 3002-3003.
Tema: Crisis ministerial.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): Aplaudo sin reserva la nobleza de las últimas palabras del Sr. Marqués de Estella. Es de sentir, en efecto, el espectáculo que aquí se ha dado esta tarde; pero, en fin, parece que esas últimas palabras vienen a ser una protesta contra lo que aquí ha pasado. Yo se las agradezco a S.S., como de seguro se lo agradecerá el país; será un servicio más que S.S. haya prestado al ejército español. Pero yo debo quitar a S.S. un escrúpulo que parece sentir por la manera como el Sr. Ministro de la Guerra ha explicado la separación de S.S., y al mismo tiempo, servirán mis palabras de explicación al Sr. Mena y Zorrilla, que se extraña de que el Gobierno no haya aclarado las noticias que pudieran haber dado los periódicos respecto al director general de infantería.

No he visto en ningún periódico de una manera terminante la noticia de la separación de su puesto de dicho director. He leído únicamente alusiones, alguna idea que pudiera referirse a esa separación; porque los periodistas, sin saber cómo ni por quién, tienen noticias, de las cuales deducen después aquello que dan al público; y para la prensa no pudo pasar desapercibida, sin duda alguna, la conversación habida entre el Sr. Marqués de Estella y el Sr. Ministro de la Guerra; y sobre todo, tampoco pasó desapercibido el incidente habido en el Congreso respecto a las explicaciones [3002] dadas y a las palabras dichas por un señor Diputado acerca de este punto. De estas noticias, los periodistas, que son listos y que ven de largo, hace aquellas deducciones, no solo lógicas, sino que convienen más a sus intereses. En efecto, un periódico decía que el Sr. Ministro de la Guerra no se atrevía a separar al Sr. Primo de Rivera, mientras que otros afirmaban que sí, que ya estaba separado; cada cual, como vulgarmente se dice, arrimaba el ascua a su sardina.

Pregunta el Sr. Mena y Zorrilla que por qué el Gobierno no desmintió terminantemente estas noticias. Pues el Gobierno no las podía desmentir por una razón sencillísima, como lo ha hecho ahora el señor Ministro de Estado, respecto a un funcionario que está bajo sus órdenes. Porque el funcionario, Sr. Primo de Rivera, sirve bajo las órdenes del Sr. Ministro de la Guerra, y yo sabía sólo que entre ambos señores no mediaban las mejores relaciones; pero yo ignoraba los propósitos del Sr. Ministro de la Guerra, y no podía desmentir de una manera absoluta que el señor Primo de Rivera estuviera o no próximo a ser separado. Lo único que no tuve inconveniente en decir a todos los periodistas que me preguntaron, fue lo que yo sabía; esto es, que en el Consejo de Ministros no se había tratado de nada referente al director general de infantería, lo cual era completamente exacto, como he explicado ya. El Sr. Ministro de la Guerra fue un día al Congreso, y me dijo reservadamente: ?he tenido una conversación con el director de infantería; yo no sé lo que propondré al Consejo de Ministros respecto a él, porque, como me ha dicho que me va a hacer una pregunta en el Senado, no me resuelvo a proponer nada al Consejo hasta ver lo que resulta de la explanación de esa pregunta; si de ella resultara algo satisfactorio para el prestigio del Ministro, entonces quizá no proponga nada; pero, en otro caso, propondré a Vds. lo que crea más conveniente al servicio y, sobre todo, a las relaciones que deben mediar entre el Ministro y el director general de infantería. Además, no quiero que cualquier resolución que haya de adoptar, se tome como consecuencia de la pregunta que él me haga en el Senado en el pleno uso de su derecho como Senador?.

Esto es lo que me expuso el Sr. Ministro de la Guerra; después no hubo Consejo de Ministros; cayó enfermo el Sr. Cassola, y no he sabido más.

Llegamos esta tarde al Senado, y entonces me ha dicho el Sr. Ministro de la Guerra: ?Señor Presidente, si me hace la pregunta anunciada el Sr. Primo de Rivera, como mi propósito era relevarle y no lo he hecho, por interponerse la circunstancia respetabilísima de un derecho parlamentario, de que dicho señor quería hacer uso; y como estaba esperando a que ese derecho parlamentario fuese ejercitado, si esto se cumple hoy y me dirige la pregunta, noblemente tengo que decir cuáles eran mis propósitos, porque, si no, va a resultar que siendo ya incompatibles el Ministro y el director general, si yo le digo que no le separo, ni podía separarlo, me ato las manos para hacerlo; y por consiguiente, podía creer el Sr. Primo de Rivera que yo no me había conducido con la nobleza debida, toda vez que le daba esperanza, cuando el propósito del Ministro de la guerra es que el Sr. Primo de Rivera debe ser separado?. A esto le contesté yo, delante de los demás compañeros: ?Si esos son los propósitos de Vd., vale más que lo diga noble y francamente, porque, de otra manera, el Sr. Primo de Rivera tendrá derecho a decir que no había Vd. cumplido como conviene que cumplan los caballeros, hablando clara y lealmente?. Esto es lo que ha pasado; después vinieron las declaraciones del Sr. Ministro de la Guerra, declaraciones que, después de todo, yo creo que más debe agradecer que sentir el Sr. Marqués de Estella, porque, en todo caso, revelan la nobleza de haber dicho hoy lo que pensaba hacer mañana.

Ha insistido el Sr. Mena y Zorrilla mucho, sobre lo que ha dicho aquí el Sr. Cassola respecto a la manera de proponer la separación del Sr. Marqués de Estella. El Sr. Ministro de la Guerra ha dado ya la explicación conveniente. Claro es que dicho Sr. Ministro no tiene facultades para separar por sí a un director general de infantería; pero sí las tiene para proponerlo a sus compañeros, y aceptado por el Gobierno, entonces llevarlo a la firma de S. M., siendo por consiguiente, necesario contar siempre con la Regia prerrogativa. Así lo ha explicado el Sr. Ministro de la Guerra y no había para qué el Sr. Mena y Zorrilla viniera a poner los puntos sobre las íes en esta cuestión tan sencilla. Por demasiado sabido lo ha callado el Sr. Ministro.

Por lo demás, Sres. Senadores, afortunadamente después de lo que ha pasado, todos los que hemos intervenido en el debate, lo hemos lamentado por igual; pero bueno es eso, porque quizá sirva de ejemplo para en adelante, convenciéndonos más y más de que el ejército es institución de la Patria y no instrumento de ningún partido. Su organización no debe mirarse bajo el prisma del interés de bandería ninguna; al contrario, debemos considerar sus reformas, que a todos interesan, como se considera lo que es bien apetecible para la Patria.

No tomemos las reformas militares como pretexto para satisfacer pasiones ni para vengar agravios, ni siquiera para poner dificultades a la marcha de ningún Gobierno, porque si las cuestiones militares se convierten en cuestiones políticas, ¡ah, Sres. Senadores! llevaremos la división y la lucha al ejército, y no habrá satisfacción en sus individuos, disciplina en sus filas, paz y prestigio en la fuerza armada. De un ejército sin disciplina firme y severa, no hay que esperar ni reposo, ni libertad, ni bienestar, ni progreso, ni nada, en ningún país. Mientras que, por el contrario, Sres. Senadores, si todos, amigos y adversarios, deponemos los intereses de partido, y más que estos intereses otros que puedan ser menos nobles; y todos, también, amigos y adversarios, nos confundimos en el supremo interés nacional de la neutralización política para la pacificación de la fuerza armada, ¡ah! entonces, podremos tener un ejército como es indispensable que lo posea, y como no puede menos de tenerlo todo país civilizado, que sea brazo de la ley, sostén de las instituciones, apoyo del orden y defensor de la integridad, de la honra y de la independencia de la Patria. (Muy bien, muy bien). [3003]



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